Resiliencia: esta es una palabra, infligida por todos los casos que los padres jóvenes escuchan muchas veces. ¿Qué es la inmunidad, cómo se forma y cómo apoyar sabiamente la inmunidad de un bebé? ¿Qué daña la inmunidad del niño?
Según la definición enciclopédica, la inmunidad es un conjunto de reacciones de defensa del organismo destinadas a eliminar los microorganismos que le resultan peligrosos. Esta tarea la realiza el sistema inmunológico, también conocido como sistema inmunológico. Se enfrenta a un verdadero desafío: no solo tiene que combatir eficazmente virus y bacterias peligrosos, sino que también debe reconocer y tolerar factores inofensivos o necesarios para un funcionamiento adecuado, como los anticuerpos inmunitarios. Por eso su construcción es sumamente complicada. Está formado por órganos, tejidos, células y moléculas químicas que cooperan. Entre ellos se encuentra el sistema linfático (timo, médula ósea, bazo, ganglios linfáticos), pero también piel y mucosas, e incluso componentes sanguíneos (leucocitos) y bacterias que viven en el tracto digestivo.
¿Cómo se forma la inmunidad?
El sistema inmunológico comienza a formarse al comienzo de la vida fetal. El bazo y el timo comienzan a desarrollarse en el segundo mes y también aparecen linfocitos en la sangre fetal. Al final del tercer mes de vida fetal, aparecen otros componentes del sistema inmunológico: linfocitos T, linfocitos B y anticuerpos M, D, G y A. En el momento del nacimiento, este sistema aún se encuentra inmaduro. Sin embargo, para que el niño no estuviera completamente indefenso al principio, la naturaleza permitió que algunos de los anticuerpos necesarios para la defensa contra los microbios se obtuvieran de la madre a través de la placenta. Estos son IgG, los anticuerpos más importantes.
Importante¿Qué daña la inmunidad?
La inmunidad tiene enemigos y no se trata de microbios.
El sistema inmunológico deteriora:
- uso excesivo de antibióticos
- fumar delante de un niño: los compuestos químicos contenidos en el humo del cigarrillo reducen la cantidad de oxígeno en la sangre e interrumpen el trabajo de los pulmones
- diarrea frecuente que agota la flora bacteriana intestinal natural, haciendo que el bebé sea más susceptible a infecciones (por eso es tan importante esterilizar biberones y tetinas y lavarse las manos con cuidado).
Aparte de ellos, el recién nacido también tiene sus propios anticuerpos, IgM (cuya tarea es detener los microbios dañinos en la primera fase de la infección, antes de que se produzcan suficientes anticuerpos IgG). Este peculiar ejército defensivo se llama inmunidad pasiva temporal. Temporal, porque en los primeros tres meses de vida, el bebé pierde gradualmente las inmunoglobulinas que le dio la madre. Pasivo, porque el cuerpo del niño aún no es capaz de producir anticuerpos IgG en cantidad suficiente para defenderse. Este período puede durar hasta 12-18. mes de edad y se conoce como la "brecha inmunológica". Solo a partir de la segunda mitad de la vida del niño, el sistema inmunológico comienza a producir IgG. Su número está creciendo sistemáticamente, pero solo a la edad de 15 años se acerca al valor que ocurre en los adultos. Esto significa que su hijo puede enfermarse con frecuencia hasta entonces.
Inmunidad infantil: los aspectos positivos de enfermarse
Sin embargo, no deje que esto le preocupe, ya que estar enfermo fortalece la inmunidad natural del niño. Esto se debe a que las infecciones le enseñan al sistema inmunológico cómo hacer frente a los microbios. Los científicos han descubierto durante mucho tiempo este proceso. El sistema inmunológico tiene muy buena memoria y aprende de su propia experiencia. Cuando las bacterias peligrosas ingresan al cuerpo y le hacen algún daño, el sistema inmunológico lo recuerda y cuando las ataca nuevamente, sabe que son peligrosas y que pueden combatirlas. Este mecanismo se utiliza en la vacunación. Las vacunas contienen microorganismos debilitados o muertos (y a veces solo partes de ellos) que, cuando se introducen en el cuerpo, son reconocidos por el sistema inmunológico. Comienza a producir anticuerpos inmunes que destruyen al agresor, así como las llamadas células. memoria inmunológica, que, al contacto posterior con un virus o bacteria que ya conoce, reconoce al enemigo y estimula el funcionamiento del sistema inmunológico, evitando así el desarrollo de la enfermedad.
Se necesitan enfermedades, pero es mejor que el niño no se enferme con demasiada frecuencia. No solo porque su jefe lo mirará con recelo cuando ponga otro comunicado en su escritorio. Los descansos demasiado breves entre infecciones sucesivas no permiten la regeneración eficaz del sistema inmunológico. Por lo tanto, vale la pena fortalecer la inmunidad. El mejor método es amamantar, porque la leche materna contiene muchos ingredientes que ayudan a proteger a su bebé de enfermarse.
La inmunidad del bebé se verá reforzada por la dieta.
Hay mucha inmunoglobulina A en la leche, que previene las infecciones porque cubre la mucosa intestinal con una película delgada, lo que evita que las bacterias dañinas se depositen en ella y penetren en el torrente sanguíneo. Si una madre lactante tiene un resfriado, su leche también contiene anticuerpos que protegen al bebé contra los virus que causaron una infección en la madre. Sin embargo, uno de los componentes más valiosos de la leche materna son los oligosacáridos prebióticos: azúcares complejos. No son degradados por las enzimas digestivas, por lo que ingresan a los intestinos, donde son un caldo de cultivo para los probióticos, bacterias intestinales buenas que estimulan el sistema inmunológico e inhiben el crecimiento de microorganismos patógenos. También contiene lactoferrina, que extrae el hierro de los microbios, lo que impide su desarrollo. Si no puede amamantar, dele a su bebé (después de consultar con su pediatra) leche suplementada con prebióticos o probióticos. Si ya ha comenzado a ampliar su dieta, asegúrese de agregar verduras ricas en betacaroteno, como zanahorias y calabaza, a sus sopas. El betacaroteno es responsable del correcto funcionamiento de las membranas mucosas, que son la primera barrera protectora del cuerpo contra los microbios patógenos.
Resistencia: endurecimiento importante desde la cuna
Sin embargo, la dieta no es la única forma de mantener la inmunidad, y el verano es un buen momento para implementar todos los demás métodos. Los más efectivos son:
- Una caminata diaria de al menos una hora en un ambiente limpio de gases de escape. Gracias a los paseos, el cuerpo se oxigena adecuadamente y, por tanto, funciona mejor. También es de gran importancia que el sistema inmunológico del bebé entre en contacto con varios microorganismos y aprenda a reaccionar ante ellos. Importante: conviene salir a caminar aunque llueva o haga frío.
- Enfriamiento con agua. Si su bebé tiene seis meses, puede terminar el baño con una ducha más fresca (pero no fría) durante unos segundos. El objetivo es que el cuerpo aprenda a responder a cambios repentinos de temperatura. También puede alternar baños de pies calientes y más fríos para su bebé. No deben durar más de dos o tres minutos y terminar con agua fría. Después de tal procedimiento, póngase calcetines calientes para el niño.
- El cambio climático está entrenando al sistema inmunológico. Un organismo que tiene que adaptarse a nuevas condiciones moviliza todas las fuerzas, incluido el sistema inmunológico. Es mejor ir con el bebé durante al menos tres semanas; durante las primeras dos semanas, el cuerpo se acostumbra a las nuevas condiciones y solo entonces comienza a responder bien a un clima diferente. Con tu bebé, puedes ir a la montaña y al mar.
- Ventilación frecuente de la habitación. La temperatura alrededor del bebé debe ser de 19-22ºC. Cuando es más alto, hay menos humedad en el aire, por lo que las membranas mucosas de la boca y la nariz del bebé se secan y ya no son tan efectivas como un escudo protector contra los microbios. Además, el aire fresco expulsa los gérmenes.